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8M - “LIBRES Y SIN MIEDO”

Todo comienza un 8 de marzo del 2021, un día que para algunos es una ocasión para enaltecer o halagar a las mujeres, pero para muchos otros se conmemora y se hace memoria de los abusos patriarcales a la sociedad. Este día, en Bogotá, a eso de las dos de la tarde, se dio inicio a una movilización feminista, una rodeada de dolor por las madres, hermanas, amigas y compañeras que ya no están; aquellas que fueron apartadas de nuestro lado por la violencia y que se esconden tras un velo de normalidad absurda.

PRELUDIO


Antes de iniciar, quiero hacerle saber querido lector mi emoción al escribir sobre esta experiencia, es un conjunto de sensaciones movidas por el dolor, la rabia, el asombro y la alegría de la berraquera de las situaciones que vivimos a diario. Dicen que para todo hay una primera vez y en esta ocasión fue así. No suelo asistir a eventos como marchas porque mis padres viven con el temor de que no regrese a casa; vivimos en un estado donde el abuso policial va de la mano del miedo de la sociedad, una que ha vivido dormida durante años, una que prefiere guardar silencio al normalizar la violencia.


Hoy 8 de marzo, quise despertar, conocer en persona las historias que durante mucho tiempo solo vi en medios o en redes sociales. No les mentiré; sentí temor de lo que pudiese suceder, tenía pavor de que las manifestaciones se volviesen un lugar de guerra, un enfrentamiento entre dos bandos del pueblo, ESMAD y policías versus el pueblo en alza de su voz. 

 

Vivimos en un mundo complejo, uno con una sociedad cargada de estereotipos, de ideas impuestas por la religión, por la historia e incluso por movimientos alternos impuestos por los humanos. En ocasiones es confuso llegar a ser crítico e irse por un ideal, cuando este tiene varias afluencias que no cierran del todo tu pensar.

MOVILIZACIONES DE DOLOR

 

Llegue al sitio del evento a las tres y media de la tarde, un conjunto de mujeres con prendas en tonos negro, morado y verde resaltaban en el lugar. Desde que llegué, escuché diversas arengas y gritos como “Libres y sin miedo”, “El Estado no me cuida, a mi me cuidan mis hermanas”, “¡JUSTICIA!” y entre muchas otras que representaban el lugar, generando un ambiente de unión y enojo ante las pérdidas de mujeres que hoy no nos acompañan por la atrocidad de una sociedad manchada por la idea de que la vida de otros les pertenece.

Caminando con rumbo a la Plaza de Bolívar, nos detuvimos cerca al Planetario donde yace uno de tantos CAIs que ‘protegen’ la ciudad; allí nos detuvimos y una chica con un megáfono mencionó dos de muchos casos de violación a mujeres que se dieron en ese lugar. Con dolor en su voz y rabia en su ser cuestionó —¿Cómo es posible que no hicieran nada?, ustedes son asesinos, violadores, son cómplices al no actuar— al terminar de narrar, dijo — por favor que nadie se quede atrás, solo entre nosotras podemos cuidarnos—, todo esto estando rodeadas por fuerzas policiales de lado a lado; me causó gran curiosidad su valor, el dejar de lado el miedo y confrontar la situación a la que muchos solo hubiesen callado por temor. Algunos nos quedamos a oírla, otros continuaron su camino, pero el asombro me invadía al ver no muy lejos una multitud de chaquetas verdes fluorescentes que se aproximaban cerrando o como diría en medios ‘acompañando la marcha’. Indudablemente esto hizo que nuestra pausa fuese momentánea y avanzáramos de forma rápida, permaneciendo en grupo y continuando el recorrido acompañado de bailes y expresiones artísticas.

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Fotografía por : Lizette Morales

Más adelante en el trayecto, vi a una madre con su hija, la niña con no más de 6 años portaba un cartel, en el que se leía “Si mi hija no regresa, quemó todo”, me hizo cuestionarme, qué pasaría si perdiera a mi hermana, si en dado caso mi madre no llegara, o una amiga desapareciera o fuese violentada; sí, es horrible pensar en ello, soy incapaz de pensar en tanto sufrimiento y seguramente haría que pagarán, haría todo lo que estuviese en mis manos. Pero, ¿Qué haría usted?, quizás ¿Guardaría silencio como muchos? ¿Haría que el Estado respondiera? ¿Se armaría de valor y saldría a la calle a pedir justicia o solo se quedaría en casa pasando su dolor?

YO QUIERO BAILAR

 

Llegando a la calle 22 con séptima, me detuve a admirar uno de los bailes, que al compás de la canción de Ivy Queen cantaban:
 

“Yo quiero bailar
Tú quieres sudar
Y pegarte a mí

El cuerpo rozar 

Yo te digo sí, tú me puedes provocar 

Eso no quiere decir que pa' la cama voy”

Un canto conocido por ser un himno del empoderamiento femenino, expresando claramente la libertad que como personas tenemos sobre nuestra sexualidad, la posibilidad de decidir cuándo, cómo y con quién queremos disfrutar de esta. Si bien es cierto en el marco social, es común ver como desde pequeñas se nos generan tabus, cohibiciones a sentir placer, el guardarnos para una persona y no disfrutar de nuestra sexualidad porque seremos percibidas o apodadas en la sociedad. 

 

Somos un cuerpo el cual explorar, existen miles de decisiones que podemos tomar y hace parte de amarnos sin miedo, de mandar al carajo las opiniones de los demás y elegir lo que queremos, se trata de disfrutar si es nuestro deseo, pero solo si es así, no por obligación o imposición social.

Fotografía por : Lizette Morales

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“QUERIDA MUERTE” - Renee Goust

 

Desde que tengo memoria he escuchado a mi madre e incluso a mi abuelita decirme una y otra vez de los cuidados que debo tener, que si uso vestido o falda tenga cuidado al salir, que no esté muy tarde en la calle porque no es seguro, que si monto en un taxi envíe foto de placas, que no vaya de fiesta muy escotada porque pueden malpensar la situación, son tantas cosas que hasta un manual podría escribir. Es frustrante salir con miedo, adecuar tu vida y vestimenta porque es incómodo vestir como quieres y recibir miradas cuando vas por la calle, que te desvistan y te hagan sentir tan mínima. Sí, sé que es repetitivo y seguramente haya escuchado pronunciar estas frases, pero si usted se harta de escucharlas, yo y muchas mujeres estamos cansadas de vivirlas.

<< Mi madre me decía "Ten cuidado"

Mejor no andar de noche por las calles

Y fíjate muy bien que cualquier trago que te tomes

Te lo sirvan cuando estés ahí delante

A mis hermanos no sé qué les dijo

No se si le mortifique

Que alguna mujer los mate

Ay, Querida Muerte

No, no vengas hoy >>

Esta sección de la canción me trae a la mente algo que sucedió en las movilizaciones; alrededor del 90% de participantes a la marcha eran mujeres, y lo entiendo, pero qué sucede con los hombres. En un momento, cerca de llegar a la Plaza de Bolívar, un niño de aproximadamente 8 años, pasó gritando “¡qué vivan las mujeres!”. Piensen en esto y lo digo con frustración, de qué sirve levantarme y repetir en mi mente el catálogo de cosas que debo tener en cuenta (cuidados y prohibiciones). ¿Acaso soy yo la que está actuando mal? Yo no me violento a mí misma. 

 

¿De qué sirve educar sólo a las mujeres cuando debemos educar a la sociedad entera? Este movimiento nace por la muerte, sí, querida muerte, esa que esperamos no llegue y menos de imprevisto y obligada como es común en Colombia. Ser feminista no es luchar solo por las mujeres, es quitar esa venda patriarcal en la que aún hay una población sumida, luchar por la equidad, no avalanzarnos sobre los hombres como si fuesen el eterno error, educarnos todos, no se trata de exaltar más a los seres, creerlos supremos por el hecho de ser lo que son, se trata de tener empatía y libertad de decidir sobre nosotros mismos, consiste en no tener miedo y tener igualdad de oportunidades, ser valorados por lo que hacemos y quienes somos, no por que sea hombre o mujer, ser considerados como individuos sin clasificarnos constantemente.

 

Dejó en sus manos algo superficial, un texto lleno de ideas confusas basadas no solo en mi crianza, sino en mi percepción de la vida, usted es libre de estar de acuerdo o en desacuerdo de lo que aquí escribo, solo le pido tener empatía, creo que eso es lo que más le falta a la humanidad, ser capaces de ver el mundo como lo ven los demás.

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© 2021 ContraParte Periodismo Investigativo

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